dimarts, 1 de maig del 2018

EL CASCO VIEJO DE RIGA





El casco viejo llamado Vecriga es un laberinto de serpenteantes calles empedradas peatonales entre las que sobresalen bonitas casas renacentistas de antiguos comerciantes y torres de muchas iglesias. Es muy fácil de recorrer a pie; a los coches sólo se les permite circular por un par de calles y no hay transporte público.
No encuentras una ruta marcada para seguirla, lo mejor es callejear sin rumbo fijo y disfrutar del entorno y de las sorpresas arquitectónicas que vas descubriendo.




Siguiendo la imagen de una torre hermosa que parecía llamarnos desde las alturas, llegamos a la plaza Doma donde se encuentra la grandiosa figura de la Catedral de Riga, luterana y la de mayor culto de las repúblicas bálticas. El edificio es de principios del siglo XIII, mezcla de estilo románico, gótico y barroco. El interior esconde su mayor tesoro: un órgano de 6.768 tubos que es de los más grandes del mundo. 







Muy cercana se sitúa la Plaza del Ayuntamiento (Ratslaukums) y en medio la Estatua de Roland, legendario caballero medieval que se convirtió en símbolo de la lucha de las ciudades por independizarse de la nobleza.
Muchos de los edificios que hay en esta plaza y sus alrededores, fueron destruidos por las tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, pero fueron reconstruidos más tarde.
Frente al Ayuntamiento se alza altiva la Casa de las Cabezas Negras, edificio de estilo flamenco, ricamente decorado que fue sede del gremio de mercaderes alemanes.




Desde allí nos acercamos a la Iglesia de San Pedro, luterana y muy hermosa también. Aconsejan subir al mirador en lo alto del campanario pues tiene las mejores vistas de la ciudad.

Detrás de esta iglesia está la Estatua de los Músicos de Bremen, en honor a Buxthoeven, obispo de Riga, nacido en Bremen. La estatua de un burro, un perro, un gato y un gallo, apilados uno sobre el otro y con las trompas gastadas hacen irresistible la costumbre de tocarles las narices para volver a la ciudad.






















Muy cerca por una de las calles más bonitas de la ciudad, Skarnu iela, se llega a la plaza Livu. Este es el lugar que nunca duerme, como en la canción sobre la ciudad de Nueva York. Plaza Līvu es el centro de la vida juvenil de Riga. En verano tiene cafés al aire libre y parterres de flores de muchos colores que están diseñados como olas para recordar el río perdido del que antiguamente se llamaba Riga. En invierno esta plaza ofrece una pista de patinaje.




Allí están otros famosos edificios, el Pequeño Gremio, el Gran Gremio, casas gremiales del s.XVIII que reunían artesanos y mercaderes respectivamente.
Muy cercana está la Casa del Gato que debe su nombre a los dos gatos con el lomo encorvado que figuran sobre las torretas culminando el edificio. Se dice que el arquitecto letón los colocó allí a modo de protesta, ya que el Gran Gremio le vetó su entrada, que sólo permitida a alemanes.



Si a estas alturas crees que lo has visto todo de este hermoso centro antiguo, te equivocas. Te queda los Tres Hermanos, tres casas contiguas que recuerdan la época en que la ciudad formaba parte de la Liga Hanseática y el comercio era muy importante.
La casa más antigua es la casa blanca con un aguilón escalonado y fachada inclinada, del siglo XV y es la construcción para vivienda más antigua de Riga. Las otras del XVII y XVIII,


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Y entrando por la Puerta Sueca se recorre lo que resta de las murallas y la Torre de la Pólvora al fondo. Me encantó este espacio: la Puerta Sueca comunica las tiendas y bares coquetos de la calle Torna con Aldaru, más tranquila y agradable. Las parejas de recién casados cruzan esta puerta en su recorrido por la ciudad, porque se dice que traspasarla da buena suerte.


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